El practicante debe mantener
siempre una actitud relajada y
tranquila, sin tensión en el cuerpo ni en el rostro.
El poder interior se manifiesta a
través de esta calma controlada que le permite estar siempre alerta y
vigilante.
Su mirada debe ser introvertida,
enfocada hacia el interior, auto observante, pendiente de que la atención
externa no diluya la constante atención interna.
Mantener este estado de manera
continua es difícil, se trata de un verdadero arte alquímico en el que la
atención es el fuego, y en el que el contenido de los pensamientos, emociones y
deseos, constituyen la materia que debe ser quemada o calcinada.
La energía acumulada gracias a
este enorme ahorro producido por la relajación de los músculos y nervios, será
utilizada por el practicante de alquimia interna para fabricar sus cuerpos
superiores y fortalecerlos a medida que va aumentando su nivel de conocimiento
y conciencia, comprendiendo poco a poco las leyes que rigen el Universo y el Microcosmos.
El alma del practicante debe
transformarse en una roca muy bien cohesionada e indestructible, y al mismo
tiempo, fluida como el agua y el viento, adaptable y flexible, pero nunca
volátil.