lunes, 21 de noviembre de 2016

EL AMOR

El amor es, en esencia, uno solo, aunque tiene distintos grados de manifestación. La pureza del amor siempre está condicionada a la calidad del ser. A mayor calidad del ser, más pureza tiene el amor. Pero hay que entender que no se trata de una fuerza ciega, sino de una muy poderosa energía inteligente.

El amor no es un sentimiento, aunque su presencia exalta la cuerda de los sentimientos, desde el más bajo hasta el más elevado, dependiendo, por supuesto, de la calidad del ser y de la pureza del amor.

El amor es un flujo que viene siempre de arriba, en contraposición al deseo, que es un flujo que se origina desde abajo. El germen del amor debe ser cultivado y acrecentado por voluntad. Es una semilla que debe germinar mediante trabajos específicos que la mayoría descuida o simplemente desconoce. A esto se debe que el vulgo sólo sea capaz de expresar el germen del amor, y nunca sus frutos. Sin voluntad nunca hay verdadero amor.

Una de las más claras señales de la presencia del verdadero amor en un ser, es la voluntad de sacrificio que manifiesta. El sacrificio personal en beneficio del “objeto” amado, que puede ser una persona o todo el Universo, es la cara luminosa de una línea de polaridad que en el otro extremo presenta un egoísmo absoluto.


El egoísmo, que sólo se ama a sí mismo, no conoce el amor, porque es imposible amar un espejismo. Un ego aislado de otros egos no puede ser real, porque sólo Dios es Uno y todo lo demás es conjunto, pluralidad. Sólo mediante el amor, esa pluralidad podrá alcanzar el divino estado de la unidad, es decir, Dios.

domingo, 20 de noviembre de 2016

LA ÓRBITA ALQUÍMICA Y EL ESPÍRITU HUMANO

El año alquímico es una órbita en torno a un Sol Central, una órbita que pasa por el zodiaco en su actual configuración, el cual es ahora el zodiaco metropolitano, y que marca el tiempo correspondiente a cada temperamento de la naturaleza según la estación del año, y lo hace con el péndulo invisible de las pulsaciones terrestres.

La órbita que no ha sido bien establecida se pierde en pensamientos espurios orientados al fuego de leña, siempre consumidos y vueltos a ceniza que estorba el aire, y, por ende, el juicio. La buena orientación del curso cósmico, la perfecta adaptación a los estados sólidos, líquidos y gaseosos que pasan de la atmósfera al simple plano emocional, a veces chocan violentamente contra rudas vallas psicológicas.

La órbita de los pensamientos debe ser en torno al oro espiritual. La órbita de las emociones debe ser en torno al amor y la generosidad. La órbita del cuerpo debe ser en torno a la voluntad del alquimista, en parte, pero debe también seguir los procesos naturales referentes a su biología, y en eso el filósofo también coopera con el buen mantenimiento de su horno alquímico, que es la buena salud de su cuerpo y de su alma.

El año alquímico varía según la constitución interna del alquimista. Las estaciones del año terrestre no siempre se corresponden con las etapas de crecimiento del cuerpo luminoso, el que se va desarrollando a expensas de su voluntad. El filósofo debe adaptar sus instintos astrales al proceso de renovación marcado por factores netamente astrales, como los equinoccios y solsticios. Es bien sabido que la energía emitida por los astros puede ser captada en un recipiente preparado con agua y sal según el arte de los antiguos maestros.

La prolongación de la vida puede ser alcanzada según este método de adaptación y flexibilidad.

El péndulo de la naturaleza nunca se detiene. El filósofo del fuego procura no hacerlo tampoco para no demorarse ni distraerse con asuntos de menor importancia. Es preciso que su naturaleza interna sea prontamente armonizada con el ritmo de la naturaleza cósmica, y para eso los métodos de purgación y purificación se aplican desde el principio. La voluntad no se detiene ante el sufrimiento. La limpieza debe ser implacable, autodestructiva, dolorosa. La muerte, en cambio, debe ser tranquila y en paz.

Luego de la muerte uno es sólo tierra de sepultura que deviene tierra de cultivo, y como tal florecerá según las semillas que han podido caer antes de la lluvia alimenticia, llamada leche caliente, que da su savia interna a todo lo vegetal.

De lo vegetal se extrae lo mineral, que es ahora el espíritu, y ahí está el oro en bruto. Siempre es poco, pero alcanza para empezar. Sólo hay que saber invertir ese mezquino metal en certeros hechizos y encantamientos que permitan multiplicarlo de alguna forma.

Además de escaso, el precioso metal está sucio, por lo que es difícil reconocerlo. Pero el filósofo que es tierra de sepultura no sólo sabe dónde está el oro, sino que además siente que él es ese oro. Su ser está en esa minúscula partícula de palpitante brillantez dorada. ¡Un sol microscópico!

La órbita de un filósofo muerto es siempre renacer.

La órbita de un renacido es esperar a que todo el resto muera.


viernes, 25 de marzo de 2016

LA INMORTALIDAD

Principios de la salud.

El cuerpo humano debe regenerarse desde adentro, procesando correctamente las materias primas que constituyen su alimento, con un amor incorruptible hacia todo lo que sea vida.

La incubación de una enfermedad grave, tanto del cuerpo como de la mente, es siempre un fracaso personal, una derrota.

La muerte es un cambio de estado, un cambio violento e irreversible, (en la mayoría de los casos) un cese total de las funciones del cuerpo terrestre, a veces en pleno apogeo de sus fuerzas y capacidades. ¿Cómo evitar la muerte para que no sea un obstáculo en el trabajo de un hombre?

La respuesta, aunque algo retórica, es muy simple. Para evitar la muerte hay que morir antes de morir. Esto quiere decir: abandonar el cuerpo físico antes de que éste muera y vivir en el espíritu, y desde ahí, en esa ubicación, servirse del cuerpo, el que, aunque vivo, dejará para siempre de tener una identidad.

La antigua identidad, la del cuerpo y sus apetencias, muere completamente, produciendo una honda transformación en la vida del hombre.

Cuando el espíritu toma plena posesión del cuerpo, puede prolongar su vida mucho más allá de los límites aceptados hoy como normales. Un hombre de férrea voluntad puede vivir más de doscientos años si posee los conocimientos adecuados, y puede seguir vivo y consciente luego de experimentar el proceso llamado muerte.

Y en eso consiste la inmortalidad.

sábado, 19 de marzo de 2016

IGLESIA SUBTERRÁNEA

Pertenezco a una iglesia subterránea y bebo del cáliz sagrado de la anti materia. De lo más secreto, enterrado en las profundidades, la fe ciega en la luz de los átomos se ve reforzada por la constante erupción de los volcanes y también por la ininterrumpida maternidad de todas las especies.

Liturgia de tierra sobre tierra y oración tenida por diversos tipos de sal terrestre, donde lo seco es privilegio de sepulcrales castas y profunda inspiración del dios lagarto. Y todos nosotros, fieles de nuestra estéril religión insatisfecha, anhelamos la tosca perfección de las hermanas lagartijas.

Vamos ahora al túnel del pensamiento abajo en la roca donde las vetas minerales, corrigiendo el rumbo según la intensidad del fuego secreto. Porque el fuego cambia de color ante la sutil conversión del alma cuando ésta obtiene, por arte, la llave maestra de los tres mundos, mineral, vegetal y animal.

El poder del credo y la maduración en el tiempo es toda nuestra esperanza. El amor en el camino es un premio y un claro incentivo de la aceptación arcangélica, molde de amor de lo que gemina aquí abajo, en el oscuro mundo subterráneo.

domingo, 13 de marzo de 2016

EXTRACCIÓN ANÍMICA INTERMEDIA

Toda percepción es interferencia divina, estática del Todo manifestándose incesantemente en la diversidad de los fenómenos, la escoria del mercurio que debe ser purgada con severos tratamientos que muchas veces parecen obra del demonio.

Control de ruido a nivel interno y calma, rítmica calma, pero que pase de río a estanque la mente homínida para luego aplicar, sobre el objetivo, el molde psicotrónico plenamente diseñado. El mundo material externo se silencia y duerme cuando el mundo interno material despierta y se alimenta de la luz incandescente de otro Sol, uno más grande y de mucho mayor poder.

Que los ojos aprovechen el cambio de luz al final del día y el ángel de las veinticuatro horas muera feliz mientras nace el nuevo. El nuevo llora de amargura y sus lágrimas caen sobre harina, levadura y sal, pero él se niega a mezclar y yo, filósofo, le arrebato su materia de una forma que sé de memoria, y fabrico mi pan divino de cada día, el de la inmortalidad.

Y el que no sabe hacer esto realmente es digno de compasión, porque nunca sabrá tomar el control de las causas y sera como una hoja volando en medio de la tormenta. 

viernes, 9 de octubre de 2015

UNA MALA MUTACIÓN

No somos homo sapiens y tampoco somos homo sapiens sapiens. Este último término significa: “hombre que sabe que sabe”, lo que no es más que una pretensión absolutamente fantástica e irrisoria. La primera significa “hombre que sabe”, lo que también es falso, porque el hombre sabe muy poco, aunque hoy está en una posición inmejorable, con ayuda de la avanzada tecnología que ha desarrollado, para darse cuenta de que su saber es mínimo. Cualquiera de nosotros puede reflexionar sobre el hecho de que, a título personal, muy poco sabemos acerca de las cosas que vemos a diario. Por ejemplo: ¿Sabemos cómo funciona nuestra computadora, o podemos entender a cabalidad la teoría de la relatividad, de las cuerdas y de las supercuerdas? ¿Cuántos de nosotros sabemos y comprendemos el funcionamiento integral de nuestro organismo? Entonces, calificarnos de homo sapiens es sólo un reflejo de la enorme vanidad que ostenta el ser humano. Una vanidad que se viene arrastrando desde el tiempo de los griegos, o quizás de antes.

Con el tiempo la humanidad ha ido mutando, eso es innegable. Ha tenido que adaptarse a las condiciones de su medio ambiente, a cambios climáticos y geográficos, y en ese proceso de adaptación ha surgido la tecnología, es decir, ha creado herramientas para ayudarse a sobrevivir y facilitarse la vida. La ciencia está descubriendo hoy que las tecnologías utilizadas por antiguas civilizaciones es mucho más avanzada de lo que se creía. De hecho, no asociamos la palabra tecnología con aquellos pueblos antiguos. Nos resulta más cómodo imaginarlos como semi monos vestidos con pieles y cazando animales con cuchillos de piedra. Nos imaginamos a los egipcios construyendo las pirámides… ¡con las manos! ¡Pura fantasía! Porque, aunque sabemos muy bien cuánto pesa cada uno de esos bloques de piedra que sirvieron para la fabricación de aquellos monumentos colosales, nunca hacemos la relación, ya que entonces comprenderíamos que es imposible subir esos bloques gigantescos con la pura fuerza del músculo. Lo mismo se aplica a los Moais de Isla de Pascua, a Machu Picchu, a Stonehenge, etc. Estos hombres “primitivos” sí contaban con una tecnología.


Pero la tecnología no es sabiduría. El hombre es inteligente, pero no es sabio. Y la inteligencia tampoco está repartida de manera equitativa. Seamos francos, la tecnología la han desarrollado algunas personas, y el resto nos hemos beneficiado de las cosas que inventaron estos cerebros privilegiados. Desde la rueda hasta los cohetes espaciales, desde el papel hasta la más moderna tablet, todo se lo debemos a muy pocos hombres. ¿Y dónde está el supuesto saber del ser humano? Aire, solamente aire. De hecho, ahora estamos peor que antes. Estamos destruyendo el planeta con nuestra avanzada tecnología, vivimos insertos en sociedades que nos vuelven locos, neuróticos, bombardeados diariamente con información que nos lava el cerebro, hipnotizados por los objetos que poseemos, esclavizados por esa misma tecnología que debería servirnos y facilitarnos la vida. Ya no somos hombres, somos cyborgs. El teléfono celular es casi parte de nuestro cuerpo, no podemos vivir sin Internet, estamos la mayor parte del tiempo con los ojos puestos sobre una pantalla. Somos cada vez más en el mundo, y cada vez vivimos más aislados, pero con la ilusión de que estamos hiper conectados. Y cuando se nos apaga la computadora somos unos completos inútiles.