lunes, 21 de noviembre de 2016

EL AMOR

El amor es, en esencia, uno solo, aunque tiene distintos grados de manifestación. La pureza del amor siempre está condicionada a la calidad del ser. A mayor calidad del ser, más pureza tiene el amor. Pero hay que entender que no se trata de una fuerza ciega, sino de una muy poderosa energía inteligente.

El amor no es un sentimiento, aunque su presencia exalta la cuerda de los sentimientos, desde el más bajo hasta el más elevado, dependiendo, por supuesto, de la calidad del ser y de la pureza del amor.

El amor es un flujo que viene siempre de arriba, en contraposición al deseo, que es un flujo que se origina desde abajo. El germen del amor debe ser cultivado y acrecentado por voluntad. Es una semilla que debe germinar mediante trabajos específicos que la mayoría descuida o simplemente desconoce. A esto se debe que el vulgo sólo sea capaz de expresar el germen del amor, y nunca sus frutos. Sin voluntad nunca hay verdadero amor.

Una de las más claras señales de la presencia del verdadero amor en un ser, es la voluntad de sacrificio que manifiesta. El sacrificio personal en beneficio del “objeto” amado, que puede ser una persona o todo el Universo, es la cara luminosa de una línea de polaridad que en el otro extremo presenta un egoísmo absoluto.


El egoísmo, que sólo se ama a sí mismo, no conoce el amor, porque es imposible amar un espejismo. Un ego aislado de otros egos no puede ser real, porque sólo Dios es Uno y todo lo demás es conjunto, pluralidad. Sólo mediante el amor, esa pluralidad podrá alcanzar el divino estado de la unidad, es decir, Dios.

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