Muchos piensan que el silencio de
la mente es dejar la mente en blanco a voluntad, pero en realidad no es así. La
mente sólo puede estar en blanco cuando está muerto el cerebro.
Si buscáramos una metáfora para
graficar los que significa el silencio mental, diríamos que es comparable a un
lienzo sobre el que un artista quiere pintar, o a una hoja en blanco sobre la
que un poeta quiere escribir.
Me refiero a que la mente en
silencio es el estado previo a la producción o recepción de pensamientos voluntarios,
pensamientos de alta calidad, y se obtiene cuando el practicante logra
silenciar su diálogo interno y desechar, mediante una técnica especial, todos
los pensamientos automáticos y toda la estática de los pensamientos, la que es
comparable a la contaminación acústica que impide el normal transcurso de una
pieza musical cualquiera.
El silencio de la mente es un
estado de calma que inunda todo el organismo, principalmente el sistema
nervioso. Un estado que es absolutamente contrario a la idea de hacer un
esfuerzo, porque los esfuerzos producen inevitablemente una tensión nerviosa. Lo
que se necesita es voluntad y energía disponible para lograr ese estado de
calma.
Puede parecer contradictorio el
hecho de que no se necesite hacer un esfuerzo para lograr el estado de silencio
mental y al mismo tiempo requerir de energía disponible, pero la verdad es que
relajarse completamente consume mayor cantidad de energía que la necesaria para
tensar todos los músculos.
Una persona muy cansada no logra
nunca una total relajación, a menos que aplique voluntad y posea ciertas
reservas de energía psíquica.
El silencio mental es el portal
del otro mundo, portal que sólo un hombre iluminado logra atravesar. Para
alcanzar la iluminación hay que dominar el silencio de la mente. Y para dominar
el silencio de la mente hay que ser dueño absoluto de cada uno de los sentidos
y alimentarse de todas las impresiones a través de la respiración.
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