Todo
lo que uno es, todo lo que uno sabe, piensa y siente, viene de afuera. Nada se
crea dentro del ser humano, el cerebro solamente transmite información. Sus
ideas, sean buenas o malas, no le pertenecen.
Porque
todo pertenece a Dios. El Universo ya está completo y no hay nada que se pueda
agregar a él.
Los
inventos nuevos que el ser humano se atribuye solamente son aplicaciones de
leyes y conocimientos que siempre han existido, tal como la electricidad y el
fuego existían antes de que el hombre los descubriera y se sirviera de ellos
para facilitarse la vida.
El
genio, por lo tanto, sólo tiene la capacidad de poseer una mente abierta,
receptiva y absorbente de los conocimientos que aún permanecen ocultos para el
hombre.
Estas
mentes brillantes no se limitaron al mero funcionamiento cerebral, sino que
lograron triangular una energía mucho más potente y elevada.
Lo
mismo sucede con los poderes del Iniciado. Él conquista estos raros poderes, (que
por lo demás se encuentran latentes en todos los hombres y mujeres de la Tierra ,) gracias a su esmerado
trabajo alquímico, pero estos poderes no le pertenecen, son parte de la
naturaleza. De ahí vienen y ahí volverán.
La
soberbia y el orgullo que siente la humanidad en su ignorancia, vanagloriándose
de la aparente grandeza de su civilización, no tiene una base real, ya que sus
conquistas son ilusorias. El real progreso del hombre y de la sociedad es
producto del arduo trabajo de hombres excepcionales, héroes espirituales cuya
existencia se desenvolvió muy por encima del hombre normal, y que estuvieron
siempre guiados, conciente o inconcientemente, por seres superiores que han
permanecido en las sombras, invisibles, vigilando el progreso interno del
hombre, así como su crecimiento espiritual.
El conocimiento es análogo a la
materia, es decir, existe una cantidad limitada y nada se puede agregar a lo
que se encuentra disponible en el Universo, cantidad que se encuentra sin
utilizar en su gran mayoría. (G.
Gurdjieff)
No hay comentarios:
Publicar un comentario