lunes, 16 de junio de 2014

LA MUERTE DEL ALMA




El fuego astral se extingue cuando los espejos interiores cambian el ángulo en que reflejan la luz del sol. Se produce entonces una confusión de rayos entrelazados que golpean fuera de las zonas predeterminadas, quemando así todo brote vegetal y estropeando en pocos días el trabajo de años.

Si no se rectifica oportunamente la posición de los espejos, la quemazón de los brotes deja la tierra completamente árida, transformándola en un verdadero desierto que por las noches se congela y en el día se abrasa, y que va matando de a poco toda partícula de vitalidad.

Después sucede que largas horas de viento polar siembran esa amargura tan característica de las personas sin afecto, y cuando esa semilla negra se multiplica, la raíz del alma sufre una violencia que la deja sin visión astral de manera permanente, y el hombre prisionero de esta alma zombi no es capaz de despertar ya nunca más a la vida interior.


Quien vea con pavor que sus espejos no reflejan según el orden natural, debe trabajar el color verde con urgencia, hasta retornar toda humedad en el fondo psíquico, humedad que, de no rectificar el ángulo de los espejos con ayuda de herramientas específicas, volverá a sufrir el proceso de calcinación y ya no será posible rescatar nada de la materia original. El cuerpo sigue vivo, desde luego, pero el alma se muere irremediablemente.

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