La neblina que baja de la montaña
personal se hace más y más densa cuando entra el invierno, cuando el ciclo de
los pensamientos experimenta un nuevo inicio. El alma debe calcular
perfectamente el grado de humedad que ingresará en el tejido óseo de los deseos
no satisfechos antes de congelar sus cuerpos materiales. La neblina dificulta
la visión, y es preciso dedicarse a oír.
Según el punto en que se
encuentre el alma dentro del año litúrgico, en pleno invierno, ya sea en el
hemisferio norte o sur, definirá la naturaleza de los sacrificios voluntarios que
debe hacer el practicante para graduar la potencia de su fuego sexual. Vuelta
su emoción hacia el Oriente recibe la suave carga eléctrica del Pequeño Sol en
su nacimiento, arriba de las nubes que cubren la conciencia astral, tan
necesitada de lluvia en esa época.
El Régimen Secreto debe ser lo
más estricto. Latencia, esa es la palabra que refleja el estado de cada uno de
los atributos anímicos, sumergidos en el lago del tiempo bajo una gruesa capa
de hielo que no los dejará salir hasta la llegada de la Primavera Filosófica.
Es un período breve, pero que parece eterno por lo difícil que resulta mantener
encendida la llama en medio de tantos temporales de viento y de agua. Como
ejercicio de fuerza moral le sirve al practicante para fabricar una voluntad
con sus propias manos, voluntad que luego será su herramienta principal a
objeto de levantarse y mirar la luz de arriba sin encandilarse, al final del
túnel.
La neblina se disipa con la
salida del Pequeño Sol, pero suele dejar algunos estragos en la conciencia
terrestre. Sólo cabe entonces ser testigo de la reparación que efectúa la
naturaleza en su seno, sin intervenir. La observación desapasionada de esta
Cirugía Santa dejará en sus manos valiosas semillas que el practicante debe
utilizar cuando llegue el tiempo de la Siembra en un Campo Virgen. Si está en el
hemisferio sur, su alma se prepara en silencio para el Adviento, en primavera,
y se dispone a la muerte que la hará nacer en algún lugar oculto que sólo
conocen los Magos que fueron Reyes. Si el alma vuelve a nacer, ya el siguiente
ciclo será más fácil y la neblina dejará de causar estragos, porque esa nueva
conciencia estará reforzada por la voluntad y por un gran entusiasmo.