miércoles, 26 de agosto de 2015

LA NEBLINA

La neblina que baja de la montaña personal se hace más y más densa cuando entra el invierno, cuando el ciclo de los pensamientos experimenta un nuevo inicio. El alma debe calcular perfectamente el grado de humedad que ingresará en el tejido óseo de los deseos no satisfechos antes de congelar sus cuerpos materiales. La neblina dificulta la visión, y es preciso dedicarse  a oír.

Según el punto en que se encuentre el alma dentro del año litúrgico, en pleno invierno, ya sea en el hemisferio norte o sur, definirá la naturaleza de los sacrificios voluntarios que debe hacer el practicante para graduar la potencia de su fuego sexual. Vuelta su emoción hacia el Oriente recibe la suave carga eléctrica del Pequeño Sol en su nacimiento, arriba de las nubes que cubren la conciencia astral, tan necesitada de lluvia en esa época.

El Régimen Secreto debe ser lo más estricto. Latencia, esa es la palabra que refleja el estado de cada uno de los atributos anímicos, sumergidos en el lago del tiempo bajo una gruesa capa de hielo que no los dejará salir hasta la llegada de la Primavera Filosófica. Es un período breve, pero que parece eterno por lo difícil que resulta mantener encendida la llama en medio de tantos temporales de viento y de agua. Como ejercicio de fuerza moral le sirve al practicante para fabricar una voluntad con sus propias manos, voluntad que luego será su herramienta principal a objeto de levantarse y mirar la luz de arriba sin encandilarse, al final del túnel.

La neblina se disipa con la salida del Pequeño Sol, pero suele dejar algunos estragos en la conciencia terrestre. Sólo cabe entonces ser testigo de la reparación que efectúa la naturaleza en su seno, sin intervenir. La observación desapasionada de esta Cirugía Santa dejará en sus manos valiosas semillas que el practicante debe utilizar cuando llegue el tiempo de la Siembra en un Campo Virgen. Si está en el hemisferio sur, su alma se prepara en silencio para el Adviento, en primavera, y se dispone a la muerte que la hará nacer en algún lugar oculto que sólo conocen los Magos que fueron Reyes. Si el alma vuelve a nacer, ya el siguiente ciclo será más fácil y la neblina dejará de causar estragos, porque esa nueva conciencia estará reforzada por la voluntad y por un gran entusiasmo. 

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