Toda acción tiene su reacción y toda
marea tiene su resaca. Así se expresa la ley del péndulo en este plano sublunar.
Cuando uno empuja una fuerza evolutiva, siempre hay que esperar un golpe involutivo
de vuelta.
El hombre despierto, para no
dejarse vencer por esa reacción involutiva que surge cuando uno quiere iniciar
un nuevo proyecto o llevar a cabo una empresa importante, necesita polarizarse con la ayuda de un imán y detener la resaca antes de que complete
su trayectoria descendente.
La inevitable caída, el exacto
retorno del péndulo, tiene el enorme poder de hacernos traicionar
la real ambición y la fe, y se requiere de un acero muy
sólido para hacer que el rebote pase sin que nos afecte.
Hay que tener siempre presente
que mientras más grande y más ambicioso sea el objetivo a conseguir, más
poderosa será la reacción en contra.
El aprendiz debe usar todo su
conocimiento para polarizarse cromáticamente y hacer que el péndulo vuelva a su
posición original.
Ahora bien, se trata de una
maniobra difícil porque el rebote es seco, psicotrónico, bastante concreto en
su forma, y se presenta en situaciones donde no podemos prever su intensidad,
por ejemplo: se puede presentar como la férrea oposición de alguien que toma
conocimiento subliminal de que su fuerza se verá disminuida si alcanzamos
cierto límite, otro ejemplo, impedimentos legales de todo tipo, contratiempos
absurdos y tremendamente molestos, etc.
El estado neutro es nuestro fin. Si
el aprendiz esta encaminado en su desarrollo psicológico, se alegrará de que la
tan anunciada reacción sea poderosa y enérgica, porque significa que tiene la
fuerza para anular su efecto.
A nadie se le presentan en la
vida obstáculos que sean imposibles de superar. La ley natural siempre se
encuentra en equilibrio.