La
esperanza divina está puesta en los chispazos de conciencia brotados por propio
mérito en unidades aisladas, en individuos que trabajan sobre sí mismos, los
que pronto se multiplicarán hasta producir el estallido espiritual, definitivo
e irreversible.
De
este maravilloso salto cuántico nacerá entonces una nueva tierra, cuna de
dioses visibles destinados a iniciar el contacto directo entre la vida
orgánica, conciente de su origen estelar, y los seres que rigen el movimiento
del universo visible e invisible.
Una
vez que este Verbo Activo sea hecho carne y sangre en el corazón de los
hombres, libres ahora del mal y del engaño, la materia divina resplandecerá con
la luz del gran Sol Absoluto, y una nueva creación se hará latente en la
semilla del mundo subatómico, del que el hombre será Dios en las alturas y
regidor de su futuro destino.
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