viernes, 4 de septiembre de 2015

DE LA SALUD Y LA ENFERMEDAD

El cultivo de los pensamientos sobre un campo que se llama enfermedad, cuando es un mal del alma primitiva, se permite bajo un cielo despejado de cualquier instinto, de cualquier impulso en el centro del microcosmos.

Digo alma primitiva por montaña de roca en pleno desierto, de cumbres por sobre la caída de cristales en la atmósfera, previo a la formación del fondo marino. La enfermedad de aquella roca se ve a simple vista en las fisuras y grietas que aparecen de arriba a abajo, desde el origen de los tiempos, y que causan estruendosos estallidos emocionales de odio y de furia muy difíciles de contener.

De esta enfermedad nace la conducta criminal del hijo bastardo frente a sus hermanos, quizás por envidia de sus méritos, tiñendo con su hálito el siempre precario orden social, el que poco a poco se va desestabilizando.

Caín también es padre y educa a sus hijos a no perder el impulso del Santo Egoísmo.

Luego, el defecto en la materia que debe ser manipulada, nombrado demonio o espectro infernal, es la semilla del árbol cuyas raíces afirmarán la pobre tierra erosionada.

Lo que muchos callan por prudencia o temor es que la Virtud generada como Planta Solar en todo pensamiento y en toda emoción, saca sus aguas germinales del Pozo Negro, donde los pecados se arrastran como serpientes en el lodo.

La conciencia bañada en esa agua inmunda se envenena de su propia sal y sale a buscar antídoto a la superficie. Nace de esa forma el amor a la luz y el camino hacia Dios, noble trabajo que se mantiene a fuego durante toda la existencia, siempre en espera de la Salud Eterna del Alma.

miércoles, 26 de agosto de 2015

LA NEBLINA

La neblina que baja de la montaña personal se hace más y más densa cuando entra el invierno, cuando el ciclo de los pensamientos experimenta un nuevo inicio. El alma debe calcular perfectamente el grado de humedad que ingresará en el tejido óseo de los deseos no satisfechos antes de congelar sus cuerpos materiales. La neblina dificulta la visión, y es preciso dedicarse  a oír.

Según el punto en que se encuentre el alma dentro del año litúrgico, en pleno invierno, ya sea en el hemisferio norte o sur, definirá la naturaleza de los sacrificios voluntarios que debe hacer el practicante para graduar la potencia de su fuego sexual. Vuelta su emoción hacia el Oriente recibe la suave carga eléctrica del Pequeño Sol en su nacimiento, arriba de las nubes que cubren la conciencia astral, tan necesitada de lluvia en esa época.

El Régimen Secreto debe ser lo más estricto. Latencia, esa es la palabra que refleja el estado de cada uno de los atributos anímicos, sumergidos en el lago del tiempo bajo una gruesa capa de hielo que no los dejará salir hasta la llegada de la Primavera Filosófica. Es un período breve, pero que parece eterno por lo difícil que resulta mantener encendida la llama en medio de tantos temporales de viento y de agua. Como ejercicio de fuerza moral le sirve al practicante para fabricar una voluntad con sus propias manos, voluntad que luego será su herramienta principal a objeto de levantarse y mirar la luz de arriba sin encandilarse, al final del túnel.

La neblina se disipa con la salida del Pequeño Sol, pero suele dejar algunos estragos en la conciencia terrestre. Sólo cabe entonces ser testigo de la reparación que efectúa la naturaleza en su seno, sin intervenir. La observación desapasionada de esta Cirugía Santa dejará en sus manos valiosas semillas que el practicante debe utilizar cuando llegue el tiempo de la Siembra en un Campo Virgen. Si está en el hemisferio sur, su alma se prepara en silencio para el Adviento, en primavera, y se dispone a la muerte que la hará nacer en algún lugar oculto que sólo conocen los Magos que fueron Reyes. Si el alma vuelve a nacer, ya el siguiente ciclo será más fácil y la neblina dejará de causar estragos, porque esa nueva conciencia estará reforzada por la voluntad y por un gran entusiasmo. 

viernes, 21 de agosto de 2015

LA MULTIPLICACIÓN

La multiplicación opera en todo el Universo, y por ende, también en el interior del ser humano. Es el efecto principal de la ley de generación.

Todos los efectos se transforman en causas, produciendo los infinitos fenómenos de la naturaleza. El hijo es un efecto del padre, pero a su vez será también la causa de una nueva vida, y así se multiplican los seres.

En el ser humano se multiplican las causas que lo llevan hacia el deplorable estado espiritual en que se encuentra, y al estar dormido, no puede impedir esta funesta multiplicación que lo contamina hasta llegar a un nivel de suciedad interna prácticamente irreversible. Esto es porque todas las cosas engendran su similar. La rabia produce rabia, el odio mucho más odio, lo que resulta inevitable a menos que el trabajo haga sublimar y transmutar los pecados hasta convertirlos en virtudes.

Luego, el sólo trabajo de polarizar las energías dará las luces necesarias para que se efectúe la multiplicación. Hay que trabajar entonces sobre el germen de la voluntad para que ésta, mediante un esfuerzo sostenido, logre despertar la mente del hombre. Una mente dormida, en cambio, no es capaz de ver, carece por completo de luz.

Con la voluntad se cambia gradualmente la oscuridad en luz necesaria que permite ver aquello que obstaculiza la irradiación del sol interior. Cuando el iniciado multiplica su voluntad y alcanza la conciencia, tendrá entonces el poder de transmutar el plomo en oro, labor que le tomará quizás el resto de su vida.

La cantidad de oro espiritual que obtenga durante su larga o corta vida, será la que se llevará incorporada a su alma cuando ésta desencarne de su cuerpo. Después, seguramente deberá retornar, porque el tiempo terrestre es limitado, y porque aún quedarán muchas impurezas en su vaso alquímico.

El ser humano es la más baja manifestación del Absoluto, y su trabajo de ascenso es el más arduo, pero es el que llegará más alto cuando el tiempo terrestre se acabe. Entonces la multiplicación del hombre será la más grande bendición en el seno de la gran causa primera: Dios.

miércoles, 19 de agosto de 2015

LA FELICIDAD

La felicidad es un atributo primaveral. Para vivir feliz, hay que fijar la primavera en la quintaesencia del alma con el fin de que haga madurar el espíritu. Los frutos de esta primavera subatómica constituyen en sí poderosos elíxires que serán administrados para la eterna salud del alma y el visible fortalecimiento del cuerpo.

Según el calendario civil, se debe recoger el rocío cósmico desde el inicio de la primavera, septiembre en el hemisferio sur, y transmutar estas influencias al interior del Vaso Hermético. Procedimientos previos deben llevar a cabo la completa limpieza del cuerpo, la pureza del alma y la templanza del espíritu. Luego hay que disponer ciertos elementos geométricamente.

La felicidad va creciendo exponencialmente hasta alcanzar la potencia de un fuego. Todo germina y florece muy rápido, como estallidos de energía que suelen escaparse de control. Se trata de una verdadera planta nuclear, pero de energía muy sutil. Entonces, para controlar este excesivo ardor de la tierra, hay que humedecerla con lágrimas. El régimen de las lágrimas debe quedar establecido de antemano.

Muchos creen que la felicidad exime al hombre de sufrir. Eso es falso, porque nadie, ni siquiera Dios, está completamente libre del sufrimiento. El acto de sufrir es un acto creador y regenerativo, una oportunidad concreta de crecimiento espiritual. Pero debe tener un tiempo limitado. Un alquimista sabe que el sufrimiento es un evento temporal, mientras que la Felicidad es Eterna.


Ser feliz no es ser perfecto. ¿Quién es perfecto? La perfección del hombre no es una perfección absoluta, no al menos en este plano, pero a la larga, si alcanzamos una perfección relativa, si despertamos y tenemos fe, estamos destinados a vivir en nuestros cuerpos sutiles y librarnos para siempre de estas toscas envolturas tridimensionales. Jesús dijo: “seréis más que ángeles.” Y esto, verdad o mentira, recién es el comienzo, porque no podemos desprendernos así como así de nuestros cuerpos sutiles si no contamos con un vaso que los contenga.