Frente a los que pudieran
sentirse sorprendidos por la sentencia de que Dios habría cometido un error de
cálculo en su Creación, es necesario aclarar el hecho de que Dios podría no ser
Omnipotente, sino un ser falible.
Su poder omniabarcante
se ve disminuido cuando “desciende de lo alto”, quedando sometido, de alguna
manera, a las leyes que rigen el equilibrio de la materia densa.
Creemos que el
mismo arribo de Jesucristo a la
Tierra , aparentemente, no es más que un intento por divinizar
la carne, el cuerpo, y conectar las almas entre sí, lo que alquímicamente
llamaríamos una “Rectificación”. Es decir, retomar la Obra cuando se había seguido
un camino equivocado. En la
Biblia también hay un pasaje (entre muchos) que prueba claramente
esta “disminución” de los poderes celestiales. En el capítulo 32 del Génesis,
versículo 23, Jacob, ese ladino que compró la primogenitura a su hermano mayor
por un plato de lentejas y robó la bendición de su padre Isaac, hizo algo mucho
más temerario. Luchó con Dios y lo venció. Así es, y por esto
obliga a Dios a darle una bendición, y Dios reconoce su derrota.
Recordamos además haber
leído que Gurdjieff responde a uno de sus discípulos, cuando este le preguntó
sobre la inmortalidad, que nada es inmortal, y que Dios mismo es mortal. Y
aclaró, eso sí, que la diferencia entre Dios y el hombre es grande, y que Dios
es mortal de manera diferente a la del hombre.
Nadie acepta esta
verdad, porque el alma mortal es demasiado cómoda y perezosa, y prefiere
sentirse “protegida” por un Dios que todo lo puede, en vez de trabajar por su
desarrollo y evolución.