jueves, 15 de octubre de 2015
viernes, 9 de octubre de 2015
UNA MALA MUTACIÓN
No somos homo sapiens y tampoco somos
homo sapiens sapiens. Este último término significa: “hombre que sabe que
sabe”, lo que no es más que una pretensión absolutamente fantástica e
irrisoria. La primera significa “hombre que sabe”, lo que también es falso,
porque el hombre sabe muy poco, aunque hoy está en una posición inmejorable,
con ayuda de la avanzada tecnología que ha desarrollado, para darse cuenta de
que su saber es mínimo. Cualquiera de nosotros puede reflexionar sobre el hecho
de que, a título personal, muy poco sabemos acerca de las cosas que vemos a
diario. Por ejemplo: ¿Sabemos cómo funciona nuestra computadora, o podemos
entender a cabalidad la teoría de la relatividad, de las cuerdas y de las
supercuerdas? ¿Cuántos de nosotros sabemos y comprendemos el funcionamiento
integral de nuestro organismo? Entonces, calificarnos de homo sapiens es sólo
un reflejo de la enorme vanidad que ostenta el ser humano. Una vanidad que se
viene arrastrando desde el tiempo de los griegos, o quizás de antes.
Con el tiempo la humanidad ha ido
mutando, eso es innegable. Ha tenido que adaptarse a las condiciones de su
medio ambiente, a cambios climáticos y geográficos, y en ese proceso de
adaptación ha surgido la tecnología, es decir, ha creado herramientas para
ayudarse a sobrevivir y facilitarse la vida. La ciencia está descubriendo hoy
que las tecnologías utilizadas por antiguas civilizaciones es mucho más
avanzada de lo que se creía. De hecho, no asociamos la palabra tecnología con
aquellos pueblos antiguos. Nos resulta más cómodo imaginarlos como semi monos
vestidos con pieles y cazando animales con cuchillos de piedra. Nos imaginamos
a los egipcios construyendo las pirámides… ¡con las manos! ¡Pura fantasía!
Porque, aunque sabemos muy bien cuánto pesa cada uno de esos bloques de piedra
que sirvieron para la fabricación de aquellos monumentos colosales, nunca
hacemos la relación, ya que entonces comprenderíamos que es imposible subir
esos bloques gigantescos con la pura fuerza del músculo. Lo mismo se aplica a
los Moais de Isla de Pascua, a Machu Picchu, a Stonehenge, etc. Estos hombres
“primitivos” sí contaban con una tecnología.
Pero la tecnología no es
sabiduría. El hombre es inteligente, pero no es sabio. Y la inteligencia
tampoco está repartida de manera equitativa. Seamos francos, la tecnología la
han desarrollado algunas personas, y el resto nos hemos beneficiado de las
cosas que inventaron estos cerebros privilegiados. Desde la rueda hasta los
cohetes espaciales, desde el papel hasta la más moderna tablet, todo se lo
debemos a muy pocos hombres. ¿Y dónde está el supuesto saber del ser humano?
Aire, solamente aire. De hecho, ahora estamos peor que antes. Estamos
destruyendo el planeta con nuestra avanzada tecnología, vivimos insertos en sociedades
que nos vuelven locos, neuróticos, bombardeados diariamente con información que
nos lava el cerebro, hipnotizados por los objetos que poseemos, esclavizados
por esa misma tecnología que debería servirnos y facilitarnos la vida. Ya no
somos hombres, somos cyborgs. El teléfono celular es casi parte de nuestro
cuerpo, no podemos vivir sin Internet, estamos la mayor parte del tiempo con
los ojos puestos sobre una pantalla. Somos cada vez más en el mundo, y cada vez
vivimos más aislados, pero con la ilusión de que estamos hiper conectados. Y
cuando se nos apaga la computadora somos unos completos inútiles.
miércoles, 7 de octubre de 2015
FILOSOFÍA Y ESPIRITUALIDAD, UNA MEZCLA IMPRESCINDIBLE
El conocimiento se basa en estos
dos factores, llamados filosofía y religión (o espiritualidad), que bien pueden
ser análogos al mercurio y al azufre alquímicos, generando así la verdadera
sabiduría en el hombre, (Piedra Filosofal) sabiduría que podría definirse como
dorada, o de oro. La filosofía es el conocimiento teórico, la enseñanza técnica
que debe saberse de antemano antes de pasar a la práctica. Pero es esta última
la que otorga la verdadera sabiduría, sinónimo de espiritualidad.
Digamos que la filosofía se
encarga del estudio de conceptos abstractos, como la mente, el espíritu, e
intenta indagar más sobre las causas que sobre los efectos. De la filosofía
nace la ciencia, que se encarga de lo concreto, de la materia, y que ha hecho
colosales avances en ámbitos como la biología, la física, química, etc. Sin
embargo, a partir de las investigaciones sobre el átomo, la ciencia abre
puertas que van más allá de la materia, y traspasa el área que tradicionalmente
estuvo a cargo de la filosofía y de la religión.
Filosofía y religión deben ser
una sola cosa. Lo teórico, puesto en práctica, da paso a la espiritualidad, es
decir, a la Ciencia.
Ser espiritual no es algo
sencillo para el hombre (nunca puede tratarse de una simple impostura) porque
se requiere poseer un detallado conocimiento previo y un elevado estado de
conciencia para llevarlo finalmente a la práctica. De hecho, elevar el nivel de
conciencia para iniciar el trabajo ya implica desarrollar una verdadera
ingeniería interna, por lo que se trata de un esfuerzo netamente científico.
Pero una ciencia sin filosofía y
sin religión es solamente técnica, y se desenvuelve dentro de un estrecho
margen de especialidad. Así, por ejemplo, se han desarrollado técnicas para
dividir el átomo, técnicas para visualizar galaxias lejanas y medir sus
distancias, técnicas para combatir las enfermedades del cuerpo (solamente) y en
ese viaje va creando aparatos cada vez más sofisticados, máquinas poderosas que
llevan la técnica a un nivel parecido al de la perfección. ¿Para qué? ¿Cuál es
el real objetivo de la “ciencia”? ¿Saber por saber? ¿Mejorar la vida de las
personas?
¿Al servicio de quién está la
ciencia hoy en día?
La verdadera Ciencia nace siempre
del espíritu, palabra que ya esta en franco desuso entre los científicos
contemporáneos. Todo debe ir unido, y unido en el interior del hombre, en el
microcosmos: la Filosofía ,
la Religión ,
la Ciencia ,
el Arte… deben ser una sola cosa, tal como explican los textos alquímicos
tradicionales, que hablan de una sola materia, del Uno, etc.
viernes, 2 de octubre de 2015
RITUALES
Transforma todo lo que haces en
algo sagrado. Cualquiera sea tu actividad en cualquier momento, hazla con el
corazón puesto en lo infinito y en lo eterno.
Cualquier trabajo, cualquier
movimiento o gesto, te ocupa cierta cantidad de energía, y ese tiempo no puede
ser perdido. Tú no puedes perder un solo segundo en tu camino hacia el centro.
Desde lavarte los dientes hasta escalar una montaña, deben ser actos sagrados
dedicados a Dios. Realízalos en plena conciencia de ti mismo y vive en constante
meditación. Otorga real dignidad a cada uno de tus movimientos, sabiendo que
todo sirve para hacer crecer tu espíritu.
No dejes nunca nada al azar.
Actúa siempre con elegancia, como si estuvieras participando de una danza
cósmica, y pon tu conciencia por sobre las mezquinas limitaciones de tu cuerpo.
Tu cuerpo es tu herramienta, no tu amo. No lo obedezcas, sino que mándalo. Tú
eres el amo. Tú eres el jefe. Obliga a tu cuerpo a reverenciar la vida y
regocíjate con cada instante, con cada experiencia, con cada dificultad, con
cada conquista.
Transforma la pequeñez en
grandeza. Haz que cada hora, que cada minuto sea para ti una magnífica
eternidad. Nada puede sobrar en tu vida, y lo que te falta es sólo ilusión. El
poder está en tu interior: sácalo. Todo lo que haces es acto de magia. Agudiza
tus percepciones. Despierta los sentidos
y respira la vida. Tu mundo interno es tu Universo. Expándelo. Disuelve
tu personalidad y guíate por tu Dios interior. El tiempo es ahora y no existe
otro. Siempre es ahora.
Agradece a Dios por este secreto
que te ha sido revelado.
miércoles, 30 de septiembre de 2015
viernes, 25 de septiembre de 2015
LA VERDAD Y LA MÚSICA
En la búsqueda de la verdad, la música es para nosotros un proceso al cual nos sometemos, y que actúa en varios niveles a la vez. Actúa en el pensamiento, actúa en el sentimiento, y también actúa en el cuerpo a través de las sensaciones. Estos tres niveles se corresponden con los tres principios de la música: melodía, ritmo y armonía. Pero no hay que caer en el error de asociar la melodía con la mente, o la armonía con el sentimiento, o cualquier arreglo de este tipo, por la sencilla razón de que la música es un todo perfecto, mientras que el hombre aún no lo es.
Se han realizado un sinnúmero de experimentos con música, en distintas partes del mundo, más o menos orientados a “encontrar un negocio rentable”, y por eso vemos surgir entonces estas pseudo ciencias, como la “Musicoterapia” o la “Astrosonía”. Nosotros podemos hacer otro tanto, orientados eso sí, a mejorar la calidad de nuestro pensamiento, ya que ese es el objetivo principal del sistema. Si nuestra mente funcionara según una estructura musical, alcanzaría mayores alturas, accediendo a más niveles de comprensión. Por eso hay que captar cual es y en qué consiste esta estructura musical, y cómo se corresponde con las leyes naturales.
Uno de los principales obstáculos que tiene el oyente de música, es que suele asociar sus propias emociones con lo escuchado en el momento en que estas emociones surgen, creando de esta forma una fuerte “interferencia” que le impide llegar al alma de lo escuchado. Es más, en el común de los casos puede decirse que el oyente está en la “quinta luna de Júpiter”, o sea que está sumergido en su propio océano de pensamientos, y no es capaz de escuchar nada. Pero lo verdaderamente asombroso es constatar que, aún así, cuando el oyente retoza tranquilamente en su inconsciente, el “oyente pasivo”, como se dice, e incluso el oyente dormido, experimentan la recepción de la música de manera subliminal, la que queda grabada no sólo en la mente, sino también en el cuerpo, y en cada célula, y aún creemos que a la larga podría agregarse a la información genética del individuo.
Sin embargo, los cambios que se producen con la utilización consciente de la música, no se pueden llevar a cabo sin el apoyo de una voluntad fortalecida por una ardiente motivación interior. Esta motivación interna es personal e intransferible, y nadie puede esperar algún progreso en su desarrollo si esta motivación está puesta en algún objeto externo, aunque sea intangible.
miércoles, 23 de septiembre de 2015
CREACIÓN DEL SOL ALQUÍMICO
¿Quieres ser alquimista?
Debes saber de antemano que la
meta de todo alquimista es la creación de un Sol. Se equivocan rotundamente
quienes piensan que se trata de algo metafórico, porque un sol real es una
estrella, un cuerpo luminoso y atrayente que nace en un punto del Universo,
convirtiéndose en un Centro de Gravedad.
Todavía existen muchos ingenuos
que se encierran en laboratorios a cocinar metales en ollas y alambiques, pobres
locos autoengañados, sopladores que están muy lejos de la Sagrada Dignidad
que exige la Alquimia
a todos sus Adeptos. Nunca estuvo tan oculto e incomprendido el Arte Alquímico
como en estos días, cuando todos piensan que los grandes misterios están siendo
finalmente revelados.
Nada es más hipnótico que esta
creciente “misteriomanía” que se ha ido arraigando en las mentes en el último
tiempo. Nadie se percata de que los misterios están todos revelados y son, de
hecho, evidentes. No hay nada oculto.
Pero hay que estar despierto.
Estar despierto significa estar
conciente, y la conciencia es un fuego muy difícil de encender. Lo apaga
fácilmente el agua de las pasiones y lo cubre la tierra del cuerpo aún antes de
que nazca. ¿Y qué puede hacer un alquimista sin fuego? Como se ve, la alquimia
es un Arte y una Ciencia. El Arte del Fuego y la Ciencia de la Generación.
Entonces, para crear El Sol
Alquímico debes tener un centro de gravedad que reúna todos los materiales en
una nube oscura que luego pondrás a rotar sobre sí misma. En esta etapa de tu
creación la materia tiene calor, pero aún no luz, y el espíritu flota sobre las
aguas. Dispón en tu espacio los elementos de tu nebulosa según la geometría
sagrada y deja que Aquello se proyecte
por afinidad. Sobre todo, ten presente que el nuevo cuerpo debe respirar a su
propio ritmo hasta que la luz sea manifiesta.
Ahora posees una protoestrella
cuyos átomos de hidrógeno se empiezan a fusionar para formar helio. De ahí nace
la energía que le dará su brillo particular a tu Sol. Si tu Centro de Gravedad
no es lo suficientemente poderoso, tu estrella explotará violentamente,
expulsando al espacio toda la energía acumulada y perdiendo irremediablemente
el trabajo de años.
Una vez fijado tu astro en el
firmamento, la luz imponderable que desprende fijará la vida a su alrededor,
restableciendo la salud de tu alma y devolviéndole su entera libertad al
espíritu encadenado.
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