El
fuego se apaga con agua.
Las
emociones son el agua. El recio temporal que fertiliza el suelo,
el agua de un mar en calma y el agua hirviendo de un océano furioso. Agua de
vida y agua mortal. Elixir y veneno.
Para
navegar en el océano de las emociones hay que ser como un marino viejo y
experimentado. Además, hay que poseer una brújula.
Las
emociones se generan en masa, son múltiples como las especies de la tierra. Los
alquimistas separan las sutiles de las densas: está escrito en la Tabla de Esmeralda.
Pero
hay una emoción (una sola,) que es el agente universal de los sabios, la
materia prima de la Gran Obra.
Llegar a ella requiere años de absoluta dedicación, requiere un fuego vivo y
constante, un control implacable de la voluntad y un espíritu robusto y
poderoso.
El
entusiasmo es una energía que se puede acumular hasta construir el completo
edificio de nuestro ser. Hay que recordar que el hombre es una pirámide.
Nada
puede entusiasmar más que el deseo de obtener el poder mágico. Este sólo deseo
genera más energía que cualquier otro fuego, ya sea físico o filosófico.